
Muchos afirman que las últimas lluvias “salvaron” los cultivos, aunque la seca aun no terminó. Más allá de los mapas, la situación es heterogénea.
Las lluvias fueron la mejor noticia de la semana pasada y un gran motivo de alegría durante el fin de semana en la mayoría de las zonas agrícolas del país. En medio de una de las peores secas que se recuerden y con el potencial de los cultivos ya diezmado, las precipitaciones registradas invitan a recalcular daños y potencial de los cultivos, con situaciones muy variadas según la localidad. Además, hay quienes se animan a afirmar que empieza a revertirse la tendencia climática y que la Niña quiere empezar a despedirse.
Según la Bolsa de Comercio de Rosario, los acumulados totales estuvieron fuera de las previsiones de los modelos de pronóstico más optimistas y variaron desde más de 100 milímetros en el oeste bonaerense hasta registros nulos en localidades como Canals en Córdoba y Maggiolo en Santa Fe.
El mismo Ministro de Economía Sergio Massa afirmó en las últimas semanas que sigue muy de cerca los mapas del INTA de precipitaciones y de humedad, pero tal como remarca un productor cordobés consultado por Clarín Rural, la realidad a nivel del productor individual es muchísimo más heterogénea que el mapa argentino desde un satélite a 10.000 metros de altura.
“En un mismo punto o zona roja del mapa no es lo mismo alguien que haya alquilado el campo y tenga 100 por ciento de maíz de primera que uno que siembra en campo propio y hace 100 por ciento trigo/soja. El impacto del mismo mapa (lluvias/humedad del suelo) será muy distinto en cada caso”, afirma, y luego agrega: “Dentro del desastre hay heterogeneidad. Es decir, hay zonas más desastrosas que otras, pero lo que es uniforme es que en todos los casos los rindes a esperar son muy por debajo de los normales”.
Por ejemplo, en la localidad de Duggan, en el norte de Buenos Aires, un chacarero hace el siguiente balance. Los trigos, cuenta, le rindieron el 40 por ciento del rinde presupuestado. En arvejas y en colza la pérdida fue total. A la hora de planificar la gruesa decidió pasar todo el maíz de primera a tardío y ahora tiene 300 hectáreas del cereal entre V5 y V9 ya fertilizado y en muy buen estado. En cuanto a la soja, sembró 400 hectáreas de primera y le llovieron justo 50 mm, y con las últimas lluvias el cultivo sigue en carrera. Además sembró 100 hectáreas de soja de segunda sobre cebada, lotes que ya tienen pérdida de plantas, y otras 300 hectáreas sobre trigo implantadas a fin de diciembre, que con los últimos chaparrones tomaron impulso para asomar sobre la paja.
Un poco más hacia el oeste de la provincia, en la localidad de Pinto, un productor comenta: “La lluvia de ayer nos salvó. Obviamente hay pérdidas en maíces tempranos y girasoles, también en soja según suelos. De todas maneras vamos a quedar en carrera. Desde el punto de vista económico calculo que con suerte salimos empatados, la pérdida del 100 por ciento del trigo no ayuda”.
En Entre Ríos, como en casi toda la zona núcleo, los mapas de humedad se ven alarmantes. Pero otra vez rige la observación de la heterogeneidad de situaciones. En el sur de la provincia, por ejemplo, en la localidad de Las Mercedes, donde vienen de obtener rindes históricos en trigo, calculan que el maíz temprano con suerte llegará a 2,5-3,5 toneladas por hectárea en lotes buenos.
“La soja de primera y segunda, aunque sembradas tarde y algo castigadas, siguen en carrera con la lluvia de ayer. Los lotes de maíz tardío están muy buenos también. Pasturas y campo natural son un patio. Montes con reservas de pasto razonables pero sin agua en los arroyos”, detalla un productor mixto de la zona.